abril 12, 2009

Línea dorada

Un vez más me doy por vencido. Un vez más veo el tiempo pasar, es un gran péndulo que no hace más que balancearse sobre la humanidad. No hago otra cosa que ver cómo pasa de lado a lado, como me ilusiono cuando se acerca a mí y después ya se aleja y se lleva todo. Como ni siquiera me ha rozado al pasar. ¿Acaso no merezco un poco de esperanza? ¿No puedo tener un atisbo de felicidad? Dime tú que has visto y oído millones de voces, dime tú que no haces más que ver pasar la gente de un lado al otro de la línea. ¿Qué hay que hacer para conseguir la felicidad? Da igual su precio. Puedo pagarlo, puedo. Su precio nunca será elevado. Nunca me costará más que esta eterna oscuridad que me rodea.


Sentado aquí a tu lado todo se ve diferente, no, no te gires, no estoy preparado, sé quien eres, sé lo que eres. Pero me da igual. Veo formas etéreas pasar de un lado a otro de una línea dorada por donde el péndulo pasa constantemente. ¿Dónde estamos sentados? ¿En la nada? ¿Es esto lo que llaman el vacío? No respondas, no hay mejor ineptitud que la de aquel que no quiere saber.


Abro la boca, no se si respiro, mis pulmones no se llenan de aire. Mi voz no sale, mi vista es muy parcial, mis gestos lentos y mis pensamientos cansados. Me cuesta distinguir las formas que pasan, mientras tú las miras eternamente con tu inexpresividad, con tu mano huesuda y su sombra persiguiéndoles. ¿Te temen? Seguramente. ¿Por qué? ¿Les has hecho daño? ¿No?



Vuelve a pasar el péndulo. Zumba. ¿No te molesta su ruido? Te has acostumbrado. ¿Crees que si me giro volvería a poner las manos en esa línea dorada? ¿Cómo las puse por primera vez? Me acuerdo de ello…